En un artículo publicado en 1906, Torres García estableció un principio que regirá su obra a través de las diversas búsquedas y experiencias de los siguientes cuarenta años. Ese principio afirma que la pintura no debe imitar la realidad y que aunque deba inspirarse en la naturaleza debe ir más allá de la visión inmediata de la misma y permitirnos el acceso a un nivel más profundo que la mera representación de lo percibido. Asimismo sostuvo, en ese momento, que el arte de cada pueblo tiene que estar acorde con su tierra y su tradición.